El horror comenzaba el 15 de noviembre de 1974 hacia las seis y media de la tarde con una llamada telefónica a la centralita de emergencias del condado de Suffolk, en Nueva York. Un hombre con la voz entrecortada por la agitación avisaba a la policía que se había producido un tiroteo en el 112 de Ocean Avenue, en Amityville, y que todos los que allí residían habían sido asesinados. Todos, menos uno de los hijos, el presunto autor de la masacre.